no siempre se puede elegir para uno la suerte,
pero siempre se puede emancipar a la muerte,
y subordinarla a la vida,
hay muertos que le duelen a los jueces del destino,
y vivos que en la vida no viven.
decidimos tocar mundos,
y no subordinarlos,
decidimos la autonomía,
e hicimos procesos para liberar a los presos del alma.
le quitamos la chapa de oro al reloj,
y lo dejamos seguir andando,
así, hemos liberado a unos cuantos,
así otros nos liberaron,
y construimos ésta creencia de ensueño,
que un mundo para todos es justo,
es necesario y posible
aprendí a vivir anarquía,
por esa desigualdad que se inculca,
ya que no es imposible desintegrarla por dentro,
combatir a las injusticias del alma,
con un poco de amor y de fuego,
con el temple,
que doblega al coraje y al miedo,
y empuñar la palabra,
para incendiar el viento,
combatir con aliento,
y compartir el amor,
clamarlo en silencio,
con la solidaridad que nos queda,
y todo y a todos lo que nos han robado.
exiliaron a muchos del sueño,
y nos hicieron fragmentos,
nos rompieron,
pero dinero y fortuna en realidad no son sinónimos,
porque amor y anarquía no son antónimos,
nos levantamos de las cenizas,
nos levantamos de las cenizas,
construimos cometas,
y en ese proceso,
varios nos abrazamos.
decidimos escoger un trozo de mundo,
ponerle una bandera negra,
ponerle un círculo y una A,
y resistir,
a los embates del odio,
a la injusticia diaria,
y nos hicimos iguales,
aunque los tontos digan que eso no es posible.
decidimos poner una bandera dudando de nuestra bandera,
para que nadie nos reclame,
propiedad de nadie,
y expropiamos a los muertos,
y les dimos su lugar entre los vivos,
decidimos aportar creando,
y criando,
decidimos,
hacer de la vida una utopía,
y sembrar,
derribar,
reconstruir.
decidimos hacer poemas negros del alma,
y escondernos de ésta la noche más oscura,
pero ciertamente que al alba,
nos espera eterno nuestro renacer.