jueves, 22 de noviembre de 2018

Troya



ahora entiendo un poco más sobre viajar ligero,
perdí mi brújula en el viento,
 a poco he aligerado las maletas.

siempre me sentí extranjero,
en un sitio que todos presumen una patria,
un lugar común,
una memoria diaria,
de una rutina rancia,
de la cual asumir seguridad,
 estatus,
 lujos,
te da la posición de vencedor,
pero solo tengo mis mochilas
y me siento vencido,
porque aspiro,
aquello a lo que no deseo.


he ido deshaciendo las maletas,
un boleto de autobus aquí,
una libreta perdida allá,
un poco de mi corazón en el piso,
mi hígado en las letras,
mis ojos en el ordenador,
mis pertenencias son tan pocas que tienen mi aroma,
y decidí hacerme en mi estructura con algunas cajas,
que si bien siguen siendo limites y limitantes,
algunas contienen ropa,
otras van con un par de ideas,
y promesas,
dispersas y mezcladas,

cajas:
fronteras que segregan los recuerdos tirados entre la ceniza.


la historia 
y las historias
 las escriben quienes ganan,
pero los muros los rayan los que pierden,
y aquí,
 perdido,
estoy dispuesto a rayar mis muros,
 para dejar un poco de memoria

de troya queda el nombre,
pero ningún poeta,
troya perdió la guerra,
y se hizo la leyenda que es desde la mirada de los otros.

y aquí,
perdido,
con un par de maletas tratando de escribir historias
la necesarias y faltantes,
las que está fuera del límite,
las de los despatriados sin poeta.


y estoy sobrio y ciego,
guiando mis pasos con los sonidos que escucho en éste laberinto.


he deshecho las maletas,
cada vez con más desgana,
descubrí,
 que necesito poco más de lo que cargo,
y poseo un poco más de lo que necesito,
e incluso en ésta incertidumbre,
me he hecho ya de algunas costumbres,
y muchas magras certezas,
costumbres,
respetar el espacio,
entender al otro,
ceder en pactos
apropiarse un poco,
y no hacer más hoyos en los muros que los necesarios,
un par de fotografías colgadas,
con cinta,
para que mi presencia deje pocas huellas,
y mi ausencia no se note.


cuando la historia se escribe desde aquél que gana,
y uno no está más que perdido,
resonar como un eco es ganancia.

porque resulta que no tengo más que mis maletas,
son mi patria,
en una mundo donde lo que importa son los lujos,
cierto estatus,
la calma,
y la tranquilidad que otorgan las certezas,
porque mis muebles son cajas,
 que delimitan,
y cuando me vaya se irán a cualquier parte,
no tengo cedro,
no tengo nada.

soy un hombre,
de los que no escriben la historia,
todo pierdo
y me pierdo porque no tengo posesiones,
y tampoco me gusta poseer.

y llevo más de lo que necesito,
y se hablará quizá de los expatriados,
y diré que yo soy Troya,
y ojalá de mi no hablé ningún poeta.


 me enamoré del río y de la calma, del sudor fresco que destilan mis albañiles, del café, de la fruta, de mis hijos. me enamoré de éstas roc...