lunes, 30 de diciembre de 2019

barquitos de papel






veré como se desintegran las estrellas,
desde la barranca de los años en la luna,
veré mi piel de eco flor de vainilla,
con huellas de tactos olvidados,
con cráteres,
mientras tu me buscas bordados en el pecho los lunares,
tus labios son de colibrí,
de atrapasueños,
tu piel es de canela,
yo con mares en los ojos,
canicas moldeadas por el llanto,
que contienen uni-versos,
y tu,
me tienes cautivo 
en la curvatura de tu risa.


tu voz me enerva y me endulza la ausencia,
me lanza,
como sputnik al espacio.

y yo sentado en el borde de la luna,
buscándote sirena 
queriendo cambiar mi traje cosmonauta,
por uno de escafandra.

pensando y nadando en la nada,
en un amanecer desde la playa,
prendado a una sombrilla,
 viendo como llueven las estrellas
mientras en tus dunas de arena,
se desatan tormentas,

acá hice una carta de papel para buscarte,
la hice un barco
y la mandé a saturno.












viernes, 20 de diciembre de 2019

bajo la sombra




contemplo la fotografía de un foco con humo adentro,
volutas imperceptibles,
de un universo roto.


tengo en mis manos un rosario,
casi un escapulario,
del cual fui devoto,
una bolsa de nylon,
del espíritu en humo
cada que entró en mi se escapó un estertor,
llevé entre mis manos la vida,
llevé en la llave a la nariz la cocina,
y un dolor de cabeza terrible,
enraizado en el alma,
enrarecido en la calma,
en un cuarto vacío con pipas de cristal.

lo primero en irse fueron las pastas,
una sobredosis,
 la coca después,
otra sobredosis.

no me gusta mirar esa retrospectiva a éstas alturas,
deambular de la calle a los hospitales,
buscarle poesía a la muerte  es ingrato.

solo se les puede llamar así,
procesos,
de los que muchos no salieron,
si bien argumentarás la falta de sentido a la vida,
la permanente presencia en la muerte,
morir cada día es más difícil,
que ver cada día como un renacer.

podría nombrar las muertes 
que ahora,
me parecen sin sentido,
dardos en las venas,
crudas e hipotermia,
balas,
chingo de balas,
y algunas deudores que pagaron con sus dedos.

decidí no romperme,
para no romper procesos de vida,
en las favelas en rebeldía  fomentaron el consumo,
y míranos,
puntuales,
adictos,
rotos,
sin la más mínima querella de luchar por un mundo mejor.

aquí yace un león bajó la sombra de un foco.


Y
decidí no drogarme,
por insurrecto,
por rebelde,
por cuidar y ser guardian,
de aquello que amo y en que creo,
que vale la pena éste día como un renacer.




lunes, 16 de diciembre de 2019

vivir de más I




tengo puestos los aretes de mi abuela,
y parece que tengo un trozo de su alma,
tengo los aretes de mi madre,
y cada día se hace más difícil no querer matarme,
si algo le debo,
si algo les debo es eso,
no sucumbir.

a veces escucho mi corazón retumbar en el colchón,
y no entiendo porqué estoy vivo,
a veces me dan ganas de creer en el destino,
por grande o pequeño,
luego abro las noticias
y me inunda el tiempo.

casi un año va que quiero estar muerto,
a veces por inercia me mantengo,
otros días no salgo de casa, 
me aíslo,
no contesto los mensajes,
no abro un libro.

pero el tiempo vuela,
y me hago viejo,
y resulta que no muero,
solo me abrazan las pesadillas,
el sudor frío.

despierto y me mato un poco,
fumo el primer cigarro,
caliento el café.

enciendo la compu,
miro el reloj.

me pongo los tennis,
por costumbre,
decidí no usar calcetines,
es un recordatorio,
del tiempo que no era normal,
despertar en silencio,
usarlos,
ir a conectar un churro inmenso y gordo,
que me adormeciera las ganas.


y por eso soy un kamikaze,
busco morir.


pero resulta que en contra de mi me salvo,
y salvo a otros,
y no voy a conectar un inmenso churro,
y me pongo mi traje de astronauta,
y me acribillo con ráfagas de humo,
me pongo una pielecita de jaguar,
una chamarra de cuero
y dejo que pase el tiempo.

muy a veces sigo retando a la muerte.


y creo,
que como oliverio,
la enamoré un poco,
la seduje.

y tengo puestos los quizá aretes de mi abuela y de mi madre,
y por mi fatalidad vivo,
y tengo puesto el rostro de mis abuelos,
y escucho el corazón en el colchón,
y late a veces con las pesadillas,
y debo decir,
que cuando sueño que muero,
vivo otro poco.








 me enamoré del río y de la calma, del sudor fresco que destilan mis albañiles, del café, de la fruta, de mis hijos. me enamoré de éstas roc...