he deambulado por las calles de la ciudad con una suerte de fantasma, que se suma a la horda inanimada, inexpresiva. lo digo así, porque tengo una especie de nostalgia prematura por mi ciudad, por querer ver a mi compañera y su vientre curvo, contenedor continente de mi hija, quien me hace replantearme el mundo desde las limitantes que tendrá por ser mujer.
pensándolo a profundidad siempre me sentí como extranjero, estoy aprendiendo en una clase a ser parte de la otredad y entenderla. y tiene un preámbulo, ser el privilegiado en el barrio, que si bien no ostento más riqueza que mis experiencias, la vida me ha dado la fortuna de tener una madre trabajadora y amorosa, a veces rayando en lo obsesivo, cosa que he adquirido con mi trabajo.
Ganarme mi lugar en mis círculos cercanos, no fue un camino sencillo, darme el cerrón, no rajarme y tirar putazos imberbes pero certeros que me ganaron mi lugar de paria, no fue fácil, suelo tener muchos miedos.
ser el mocoso de barrio que conoció a Benedetti en una tarjeta de 14 de febrero que nunca di y que conservé mucho tiempo. en la secundaría tuve una fascinación con Taibo II y su belascoarán, si bien no leí en ese periodo lo que en un país primermundista se esperaría, si más que el promedio de mis compañeros, que defintivamente tenían otras prioridades.
tarde entendí sobre el hambre y terminé de comprenderlo mucho después de ello, podía ver a mis compañeros que no tenían más espectativa del mundo (y que aún admiro) que rayaban muros, que bailaban break, que marcaban territorio, podía verlos violentos y tímidos con su llanto, tan real como la madriza que le metió su mamá a uno por adoptar a un perro, al que abandonó su padre, a la timidez de una compañera violada, a la que murió su padre y en clase de física fue notificada, a las tantas historias que no quisiera omitir en mi mente y entendí también algo sobre el dolor y como te hermana, fui parte importante de mi secundaria. una vez tomamos la escuela para que un grupo de segundo año fuera cambiado de una ratonera sin ventanas, a un salón más digno y casi me agarro a golpes con el director.
extranjero te digo, con privilegios, mi piel vainilla me ha dado un punto medio en mi relación al clasismo en que me desarrollé, entre el indio, el feto, bogart, curro, entre muchos apodos despectivos que son el pan del día del país, tuve la fortuna de ser Eka, siempre Eka.
otredad, en la secundaria fui el hijo de la maestra que más de una vez se calló el abuso, que más de una vez solapó, el que no tira la sopa, el que aguanta vara y no fue gratis, siempre he creído en la lealtad a la amistad, con el tiempo, a la lealtad a una amistad por el tiempo que dure.
en mi primer primer semestre de preparatoria, en la que fui con honores derrotado academicamente, con seis materias reprobadas, y un seis en inglés, después haber salido de la secundaria con un promedio mayor a nueve. nunca me adapté a esa prepa y tampoco a las siguientes, ni el aliciente del alcohol ni, mi desfase de haber entrado en la primaria un año antes de lo estipulado.
Encajar, ¿porqué chingados tuve esa necesidad jodida de ser parte? de no sentirme solo, fragmentado, ajeno, no lo sé, podría decir frases domingueras "El hombre es social por naturaleza", fui perdiendo capacidades a través de mi adicción que adquirí también con 32 faltas en matemáticas de mi primer primer semestre a los 14 años, y si lo digo mi primera experiencia con la mota fue a los 13 años, no me gustó.
así y asa en la universidad entre los compañeros al que le gustaba el hip-hop banquetero, y no lo indie mainstream, el que usaba los pantalones anchos a media nalga, mucho es de mi propio imaginario, me acogieron y me protegieron y les tengo una infinita gratitud. tenía el desfase emocional de sentirme ajeno, tenía un par de meses de haber empezado a estudiar foto, unas semanas de haber salido de mi primer internamiento.
en el anexo igual fui discriminado, como en mis inicios en el barrio, sobajado, pendejeado, el siempreteequivocas, el que no sabe vivir, y agradezco eso, me hicieron fuerte muy a su jodida manera me forjaron y sé que la foto de calle que ahora realizo es por ese dolor que hermana, desde el más vanguardista pintor de brocha gorda, al vendedor de pollo que ama a su esposa con la gratitud de salvadora, hasta el godín armani, déspota y culero que no sabe manejar emocionalmente una ruptura amorosa en sábado por la noche. vi morir a muchos de mis compañeros, suicidios dolorosos, descuartizados embolsados, halcones kamikaze, los más dulces borrachos de banqueta que murieron solos de frío en una recaída. el dolor hermana y también segrega, si he de añadir, con ellos aprendí mucho de antiética, del antihéroe de doble moral. y les agradezco, desde los que no creyeron en mi, hasta los que poco a poco lo fueron haciendo, me separé de ellos, al verlos uno a uno ir cayendo de nuevo, a diez años sobrio me han enseñado más mis muertos que los ejemplos vivos de sobriedad.
ajeno, te digo.
la ciudad ha sido benévola conmigo, mucho, y trato de habituarme a las dinámicas cotidianas, el empujón, el ensardinamiento, el individualismo, sigo maravillado de cada persona, del cantante del vagón, del vendedor de barbacoa, de los hombres que aprovechan los vagones solitarios para poder amarse en público, adaptarme, para si no ser admitido, si pasar desapercibido.
Otredad te digo, en mi grupo somos ocho mujeres y yo, ser invisibilizado, al referirse a nosotras me ha dado una perspectiva privilegiada, porqué sé que sigo siendo privilegiado, y no logro sentir una opinión sobre la inclusividad. desfase, nunca había visto tantos Güeros juntos, no había vivido la exclusión desde éste punto y si bien sé que a éstas alturas los juicios no me joden tanto como mis propios prejuicios, sigo sin entender éste proceso.
en casa, la que hoy llamo casa, vivo con un Belga y un Cubano, que me hermanan y enseñan de su vida con su forma de comportarse en el mundo. que me hermanan, en la digna nostalgia de no estar en el lugar que me vio nacer, aunque yo esté a cuatro horas y media del vientre que llamo hogar.
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