primer acercamiento
preámbulo a las cartas de mis muertos
Tiene años que odio los espejos, en el deambular constante de las calles, me miro asomándome desde los autos, desde cada esquina, en los anaqueles, las vitrinas y me molestan mis ojos, no los reconozco, los veo en el abismo de la dubitación, de la introyección, les veo dolor y lo sé, sé que son míos, pero esa mirada no me pertenece, dejó de ser lo que soy, o quizá empezó a ser lo que ya no soy. no me juzga mi vista, no me representa. esa mirada, yo la juzgo, al verla inadvertida sin preocuparse de que la vean es ese momento en que me veo que advierto que le preocupa todo, y llegan preguntas complejas,
¿qué te pasó?
y no sé responder a esa mirada que me es ajena a mis recuerdos, la evito, y entonces evito los espejos, y me descuido, y me alejo de mi, para no saber lo que pasó, pero pasó.
he buscado olvidar mi rostro, veo mis ojos y los leo ajenos, me veo a los ojos con los ojos de un muerto,
y resulta que no soporto mi mirada, no soporto verme, le falta algo a mis ojos, les falta sal. si bien no sé en qué momento cambió todo en ellos, en mi, pues, si reconozco lo qué les falta y que prefiero omitir, me caracterizaba una rara esperanza en contra de mi voluntad, a pesar de mi, un optimista casi patológico. en el esplendor de lo que me decían de ellos, hay cosas que ya no me dicen, y que es esa ausencia, se llena de otras lecturas, la única que se mantiene es que mis ojos son transparentes, y de ello se derivan las preguntas.
¿estás bien? ¿cómo te sientes? ¿qué te preocupa? ¿ en qué piensas?
y no sé qué decir o si estoy bien o qué me preocupa o qué pienso, no sé nada y respondo vagamente desviando la mirada a otra cosa sin sentido, o que no enfrenta esa respuesta que me debo.
La constante en el flirteo se vuelve pesada, solía gustarme que me dijeran cosas sobre mis ojos, el esfuerzo poético le ganó besos a palabras que merecían tocar su lengua, cosas nuevas de ellos, era halagador que me dijeran del mirar, pero poco a poco se ha ido reduciendo específicamente a su color, ese que es lo único que no elegí de ellos, recuerdo decir, "cambian de color con mi estado de ánimo" pero hace mucho que solo les noto una capa gris que se antepone a cualquier emoción, como un velo en un fotograma.
les noto sumamente cansados, preocupados, fuera de si, el tiempo hace mella, desde siempre tuve esas arrugas en sus orillas como pies de ave, esas que salen cuando se asoma mucho la risa, pero no, ahora tengo en el entrecejo la constante tensión de la frente, veo las cejas de mi madre marcadas por la preocupación que acarrea la vida y me pregunto si así debe ser la vida.
Y lo noto, cuando me veo en el espejo, el entrecejo las otras se desdibujan un poco, solo cuando río realmente siento la comisura del alma tocándose en grietas y sé que esa es mi risa y de nadie más, no la mueca que viene cuando intento reirle al espejo.
fui dejando cosas en duelos, deudas, culpas, fui dejando mi mirada en los descuidos, casi que cada que pierdo la mirada no encuentro las llaves o la cartera, o el bote de monedas o la dignidad, no encuentro a mi ser en el espejo, porque al verle a los ojos sé que hay algo perdido y en ese descuido del entrecejo me da miedo saber que no está y me da miedo pensar que no lo voy a encontrar.
me visto por inercia y apenas me veo cuando me baño, evito mi rostro, cuando estoy muy mal apenas reconozco mis manos,