1. el soldado
me enseñaron a jugar con soldados,
a jugar a la guerra,
porque la vida es guerra,
una sucesión de ellas,
y que la infancia era una preparación,
no una vivencia completa
y aún hoy que quiero explotar molotovs,
sé que la infancia debía ser la tregua.
cuando me sentía en desventaja,
la recurrencia era el diálogo,
me gritó, me golpeó,
invoqué respeto también gritando,
sabía que no le debía pegar,
era más fuerte,
y me sentí impotente,
en su sonrisa burlona me sentí indefenso,
tal vez fue para hacerme un hombre,
así me forjó lo que pudo,
en su ignorancia, ahora entiendo,
no me daba esa tregua,
infante,
he sentido su misma sonrisa,
cuando he sabido,
que mi oponente no tenía ventaja,
que podía romperles los dientes,
esa sonrisa de lado,
ese suspiro por la nariz,
del mismo rostro que no volví a ver en cinco años.
con la burla del amor aprendí temerle a la niña,
con quien hablaba,
con quien podía
dejar de jugar a la guerra,
correr,
volar,
leer.
pero la burla me alejó de ella,
la burla que no entendía me dejó indefenso,
me alejé
y seguí jugando a la guerra,
entendí que el llanto
y el canto,
te restan valor,
exploté soldados en arena
y me redimo escribiéndo poemas,
porque no debían morir así,
porque no debieron existir,
esos soldados con rebabas,
con remansos de las guerras de otros.
me quitaron un unicornio de arcoiris,
me dieron una pistola naranja
y aprendí a disparar.
me enseñaron que mi capacidad de ser amado,
era equiparable el nivel de mis músculos,
no de mi psique,
no de lo que siento.
tarde aprendí a amar distinto,
porque entendí que chocar hombros era ganarse respeto,
con otros hombres que también confundieron,
que miedo y respeto eran sinónimos,
cuántas veces morí de miedo,
cuántas deseé esa tregua a los fantasmas,
como esconderse en las cobijas.
pero me enseñaron,
que miedo y debilidad son sinónimos,
y un hombre no debe sentir eso,
que si te pegan debes pegar más fuerte,
y aquí estamos,
con las narices rotas,
con los uniformes rojos,
y sin poder llorar.
me enseñaron que el afecto es tosco,
que el amor
a otro hombre,
se delimita al propio cuerpo,
a una palmada de aliento,
pero no,
siempre quería un abrazo,
inadmisible,
de confort,
romper mi propio paradigma,
es causa de sorpresa,
hoy que abrazo a otros hombres,
como yo,
hombres que amo,
y que me regalo el darles un beso en la sien,
porqué sé que también lo necesitan.
porque amor y poder tampoco deberían ser sinónimos,
estamos tratando de recoger los pedazos,
de lo que nos tocó