algún día diré de éste cuerpo,
que subió a trenes andantes,
que dio buenos golpes,
que también resistió muchos,
que corrió a 64 kilómetros por hora en una bicicleta,
que trepó paredes,
que subió montañas.
que pudo beber hasta el amanecer,
que rió,
que folló,
que escupió a dios cuando creía en dios,
que calló,
porque la voz es del cuerpo como el color de los ojos.
he vivido rápido,
con el reloj en contra,
pero mi cuerpo cambia y me asustó,
lo finito de sus posibilidades.
y me tengo que hacer con él de ciertas despedidas.
no habrá más paredes escaladas en un tiempo,
ni 64 kilómetros por hora
y diré de éste cuerpo muchas historias,
ahora queda una nueva lección por aprehender,
que es aprender de mi nuevo cuerpo,
y de mi nueva mente,
(nuevamente)
que todo es un efímero aprendizaje,
que si bien puedo no saltar más lejos,
si puedo volar más alto,
aprender más calmo,
recitar más parco,
de lo que creo y lo que no.
jugué a la vida como se le juega a la muerte
y me rompí la pierna
me di cuenta de lo frágil que soy
y me sobrepuse.
he aprendido más del ajedrez en la derrota,
he perdido amigos
y algunas certezas con cada uno de ellos.
cada vez más huraño,
cada vez más cadaver,
más cauto más sobrio
y más historia que hombre en éste cuerpo,
más sueños por bordar,
viajes por abordar.
sé que no soy el niño que ve a la vejez como el verdugo de un andante,
sé que no soy el muchacho que reta a la muerte,
sé que soy un hombre
aunque no sé bien lo que me forma,
sé que entiendo ya esas cosas,
que aún las anhelo un poco,
pero también me sé un poco más constante,
igual de delirante
y el ímpetu es distinto,
pero sé que el movimiento de mi cuerpo,
se adaptará a mi mente
y lo que necesité prontamente,
más allá de las píldoras de los achaques,
es saber morir,
saber envejecer.
con un cuerpo,
que peleó hasta la fatiga
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