La resistencia siempre ha tenido una poética propia,
El último día que vi a nadia,
Caminando sobre Juárez,
cargando cajas de cartón,
Ella se mudaba, de la ciudad y de mi vida,
No le di importancia a la despedida,
Pensé podría postergarse el adiós,
Supuse, como aprendí a suponer,
Que habría más tiempo,
Más risas,
Más rosas en las mesas del tapete azul,
Más mordidas del eco,
Más brazos y abrazos por tenderse.
No sabía,
Quizá no lo entiendo,
Que sería la última vez que le vea.
Sigo cargando el pendiente con sus cajas,
De ayudarle a embalar los recuerdos,
Acomodarlos uno a uno
Y llevarlos a Comitán.
Me excusé como siempre,
Tampoco me despedí,
Cómo siempre.
No he podido despedirme,
Del dolor que me dejó en el pecho.
Me boté en el sillón,
No es posible que su voz,
No resuene más.
Y Tengo el silencio de su voz grabado en la nuca.
Caí al sillón verde de la casa de las lechuzas.
Sentí un frío desde el coxis al alma,
Suspiré
Y solo pude ver al abismo.
Ella que me enseñó más de la vida que la misma muerte,
Desapareció.
Entré en shock,
No cabe tanto dolor,
No es ni siquiera imaginable,
No puedo sentirlo.
En shock.
Y borré los detalles,
El sabor a caldo de pollo que me preparaba,
Para alimentarme los días de hambre,
Mientras calentaba la comida,
Me decía mis verdades,
Enteras
Impías.
Me hablaba de Balam, eso lo recuerdo,
“aguanta vara compadre”
Esa frase resuena en mi mente,
Eran tiempos más sencillos,
No por ello menos complicados.
En shock.
Desapareció de la ciudad,
De la cocina,
De los cascos vacíos,
De las escaleras en los lagos,
De los cafés.
Del clericot de vino blanco y manzanas amarillas,
De su casa,
Cuarto de tres por tres metros,
Desapareció recién duchada de casa de shantí,
De mi azotea fumando,
De sus guantes de frío,
Cocina incluída.
Desapareció del baile de mis días,
Se fue de abril
Y danzarte.
¿Cómo concebir tanto dolor?
De lo discursos que combaten,
De los consejos,
Del calor y del frío.
La resistencia siempre ha tenido una poética propia
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