yo no sabía,
que había cuerpos que se marchitaban antes del invierno,
y se me cayó una flor en primavera.
y se me cayó una flor en primavera.
siempre jugué con el tiempo,
padre viento,
a esconderme de momento,
ser niño en el eterno,
etéreo-estéreo.
y mi ciudad es una isla,
donde echo raíz a mis torpes ideales,
y es un parque,
con sube y bajas,
y columpios.
yo que he visto el amanecer desde nacer,
en ésta trampa donde hay cuervos,
he tan olvidado mis abismos,
que parece que dan vuelta en semi círculos.
ahora que me llega la tarde al cuerpo,
quisiera desempolvar el desayuno,
salir pateando piedras a la escuela,
negando las labores escolares,
escaparme a la azotea,
ver la luna,
y echar a andar.
brincar la barda,
correr de los sabuesos
porque juego con el viento y la neblina,
porque juego con el fuego,
que viene a desaparecer y se aparece.
quisiera desenmarañar éstas inseguridades de un adulto,
no haberme roto las piernas,
envejecer con otra gracia,
no quisiera perseguir autobuses,
retar la muerte,
hoy que soy más necio y más silente,
me aislo en mi isla de los cuervos.
porque la tarde no es cuando el sol se oculta,
es cuando los cuerpos se marchitan,
y un día de nostalgia en primavera,
es como un ave relegada a la parvada a contraviento.