lo que me asusta es la ausencia,
no la distancia.
no el distanciamiento en los cuerpos,
ni de los tactos,
me atemoriza el silencio,
lo que me aterra es ese frío de cero absoluto,
por que me desconcierta,
que tus ojos se alejen
aunque no me da miedo el olvido,
porque la vida asciende y siempre trasciende,
lo que me asusta es perder lo encontrado,
aunque ensimismado he caído en cuenta,
de lo siguiente:
lo que no quiero son relaciones líquidas que liquidan,
los cuerpos me cansan si no hay palabra en ellos,
me cansa el vacío,
que no se llena y se suma,
cuando no encuentras en tu plexo,
el compartir siniestro del ser.
llevo semanas huyendo de mi propio sexo,
como si de un verdugo se tratase,
llevo semanas volando,
planteando
y plantando en mi mis omisiones,
mis comisiones,
mis promisiones.
y lo que me asusta no eres tu por ti misma,
es mi abrazo en mi,
a mi propia lealtad,
a perderme de nuevo.
a mi encontrarme dormido,
cuando debía estar despierto,
anhelo el amor de mi por mi mismo,
en el que necesito poco más,
porque lo que tengo es lo que doy
y recientemente he aprendido de nuevo
a darlo todo,
sin miedo,
sin rencores,
sin una búsqueda a ultranza de mis propios sinsabores.
y no sé si vuelvas por ti o en ti misma,
o llegues en uno o dos pliegues de nubes,
o como ésta noche en el viento,
de Juchitan acariciando los árboles,
lo que te cuento es que hallé lo perdido,
lo recibido es mi voz,
que se ha hallado contenta,
para en un dulce sabor de soledad,
encontrar en el sonido un camino a casa,
que construí con mi palabra.
lo que le asusta a un cosmonauta es el espacio,
infinito,
al que se lanza a vivir.