martes, 12 de junio de 2018

longstory short




-carajo! si la luna fuera menos que una compañera, y ésta azotea rala llena de castillos salidos fuera más que eso.

 bajo los pinos, como pollos resguardados del frío, ya pasamos el puente naranja de la 21 de marzo, las vías del tren están a unos pasos, unos kilometros para llegar a casa, somos una sopa fría, con ésta suerte solo falta que nos requise la poli. la lluvia cesa, pero los pantalones seguirán mojados, los calcetines, con ese craquelado negro, y los agujeros en los pulgares, seguirán mojados, la peste de ellos y el partirse de las plantas de los pies. el río fue noble, es la segunda vez que pude subir a la cima de la antena, Morfeo ladraba abajo, lo até a la malla de alambre, tardó mucho en dejar de llorar, pese a ser un sonido que me enternece, debía llegar hasta arriba, las antenas, supongo que son de repetición de televisión o eso dicen todos, arriba todo está lleno de popó,  hay aves carroñeras rondando, no nos temen, pero no se acercan, hay una mutua relación de diplomacia, en realidad siento que nos ven enternecidos, sin alas, a disposición de la gravedad tan tiernos, tan sencillos a caer. en realidad nunca quise subir, pero el grillo llevaba el toque, el último, con su costumbre de fumarlo en la cima. el grillo, tiembla, tiene la mala suerte de que sus labios se amoratan, juega con el vapor mientras sus manos se frotan, con sus guantes sin dedos, su chamarra negra de algodón con gorro, su pelo siempre con una dosis exacta de gel, es raro verle despeinado incluso cuando llueve. los pantalones se detienen con un clavo en los talones, para no pisarlos, una mezclilla ancha que tras los charcos se vuelve pesada y negra, hilos después de todo, recién me corté el pelo, siento las orejas congeladas, un corte militar que me hace sentir seguro, si no tienes ese toque de rudeza el barrio te come, puedes ser presa de cualquiera si titubeas, si perciben tu miedo, pero se me congelan las orejas y ya no tengo toque, perdí mi encendedor. el feto juega a encender cerillas, masca un chicle desde hace horas, me intriga su capacidad para mantener esa cara sospechosamente feliz que te da un par de toques. yo no puedo, es bien diverso, a veces pienso mucho, pero prefiero fumar más y dejar de pensar, la existencia es algo terrible, sería bello que todos desaparecieramos, y solo quedaran vestigios de casas, pintura que va creando carreteras de paredes por caer. no puedo respirar, hace un mes que mis primos me rompieron la nariz, fui a dar la hospital, ellos campantes, se fueron en un bocho blanco, cuando saqué a Morfeo ya estaban subiendo. sin camisa, con sangre los vatillos de mi calle, mi sangre me dejaron solo, su rostro estupefacto al verme con el pecho rojo, no hicieron nada, es terrible esa sensación de descobijo, de desprotección. el feto, saca una bacha de la manga, su risa tiene sentido. la prende con ese cálculo matemático imprescindible para no quemarse la boca, me toca el último, un cacho de nada, casi papel, mis dedos se queman, y la tiro por instinto, cae como luciérnaga al piso, grillo y feto miran, en cámara lenta, como cae, en sincronía perfecta alzan la vista a mi, no lo dicen sus bocas, pero si sus ojos "que pendejo".

me asombra mi capacidad ninja para entrar a casa, para escalar la pared, deslizarme sin ruidos abrir la ventana, perdí las llaves, en algún entrar y salir de las bolsas, de taparse la fosa nasal, inhalar echar la cabeza para atrás. esos segundos, milésimas, el corazón, las gotas de sudor, la oscuridad, las viñareal de uva, me asombra como puedo trepar. hace una hora habré vomitado la chela. después de correr al ver las luces el corazón ni madres, no vuelvo a dormir en los separos. tener que mamarme las horas hasta que mi madre vaya a verme, que se lleve a Morfeo y sentir la plancha de cemento fría fría. corrí, crucé la vía me tropecé me raspé las piernas, todo gira, no tengo la más puta idea de donde estoy, me incorporo, y mis manos con sangre se aferran a la tierra, y llega, la sensación llega, mi garganta trata de retenerlo, y siento como el sabor a vómito sale por mi nariz. un ninja te digo.

si ésta azotea rala con castillos fuera menos que un refugio al insomnio. carajo!

las paredes amarillas me toca clase en la pecera, un cuarto con tres muros, y ventanas que asoman al patio, y una puerta desde un costado. la pecera me permite ver la gardenia, viernes murió por un gato cuando lo dejé sobre la gardenia, sus plumas verdes, las incisiones en su cuello, el olor de las mañanas me recuerda a viernes, era hermoso, su frente naranja.




ésto no es lo que quiero, pero no hay más.








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