sábado, 9 de junio de 2018

ciudades y sueños



Una gitana me leía la mano, incrédulo y curioso le dejaba esbozar palabras, era un bar, o pudo serlo, qué importa si no lo era. el torrente de gente alrededor, con el rostro barrido, incinerado con la luz azul violeta y con las velas, hablaba de amor y de futuro, hablaba de males, de pasado, ¿ qué importa hablar del tiempo en un sueño?  "te van a intervenir quirúrgicamente" fue lo único en su diálogo que recuerdo, guardó el contenido en sus manos y se cubrió la frente poco después un punk me enterró un cuchillo en el brazo izquierdo, al darme cuenta que no sentía dolor, entendí que soñaba, me quedé con el ego roto, por un punk que me acuchilló en un sueño, sin poder devolverle el favor.

una cobra me mordió la espalda y la asfixié viendo sus ojos, ambos moríamos, o despertabamos, que es una forma sutil de morir.

 no me gusta sucumbir en pánico, si algo aprendí de los buenos años de las pesadillas, de despertar al borde de la muerte o ser asesinado una y otra vez, si algo aprendí de morir diez veces una noche, en cada sueño, es esa frágil entereza que se pierde con el miedo.

últimamente he soñado más seguido a mis muertos, y he soñado menos mis asesinatos, será que me hago viejo y que con ésta sentencia me doy cuenta que el tiempo en realidad me importa, más allá del presente souvenir, y del futuro, juicio inevitable que llegará, como todo buen juicio, con justicia, y equilibrio, para destrozar lo ya planteado en el confort.


no entiendo bien cómo sucede, que en mis sueños mi cuerpo es esbelto, como el de el adolescente bilioso al que le debo tantas treguas. o si no mi cuerpo si mis reflejos, que me devuelven la sonrisa segundos después de reírme, me saludan con un poco más de sarcasmo y menos alegría, esbelto, no famélico, esbelto, en mis sueños ese cuerpo posee el porte y la gracia que me aquejo no me acompaña.

sigo siendo un soñador anhelante, espectante, y hago ésta reflexión a modo de cumpleaños, la que no pude recapitular éste año, y lo hago, como suelo, como piso, como duelo, a través del insomnio y los sueños.


soñé con héctor y su soberbia, amigo descuartizado por el narco y tirado en bolsas negras en la carretera, soñé con él después de haber brincado a una espiral que me llevaba a otor y el mismo universo, soñé, que me obligaba a sentarme en la mesa y yo no podía más que cortar el llanto, claro, el muy soberbio había driblado a la muerte, y no podía entender que su sonrisa socarrona me pendejeara para hacerme sentar a comer bofe. pero al sentarme con la falta de aire al verlo vivo, solo desperté para saber que en efecto esta muerto, sin poder respirar me senté en la cama a entrecortar el llanto.

los he soñado, a Guadalupe, a Carlos, a Vicente, a Soledad, a Alex, a Ismael a Omar, Ruben, Nadia, Héctor, a Jaibo, a éste largo etcetera y etcétera. 


cuando creí que había perdido el miedo a la muerte,
ella, 
llega,
en un carnaval de rostros conocidos en un bar,
con una serpiente en su mano, 
y una balanza en la otra,
y te hace saludar a todos, 
aquellos,
que amas,
para enseñarte a seducir más a la vida.










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