Déjame escupirte el
rostro,
que cada letra sea una patada en el vientre,
escuché el crujir de una nariz en mi puño,
justo como un rayo azotó en la tierra
y no tenía la culpa,
de casi matarme,
el muy pendejo.
no tenía la culpa de ir tarde a la oficina,
de en su idiota automóvil cerrarme el paso,
aventarme su lata
y me rebasa,
me colea,
acelero,
ese trozo de imbécil se detuvo en el semáforo,
-pausa-
no me gusta ser un hombre violento
que cada letra sea una patada en el vientre,
escuché el crujir de una nariz en mi puño,
justo como un rayo azotó en la tierra
y no tenía la culpa,
de casi matarme,
el muy pendejo.
no tenía la culpa de ir tarde a la oficina,
de en su idiota automóvil cerrarme el paso,
aventarme su lata
y me rebasa,
me colea,
acelero,
ese trozo de imbécil se detuvo en el semáforo,
-pausa-
no me gusta ser un hombre violento
.
pero conozco el placer del dolor,
el propio y el ajeno,
pues así nos enseñaron a expiar las meas culpas,
y si he de mear culpas,
me bajé la bragueta y lo bañé de orines,
él no tuvo la culpa,
de toparme en mi más sublime momento,
de tener las frustraciones de un muchacho violento.
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