la cotidianidad me roba las letras,
las propias y las ajenas,
las esconde.
y aquí estoy, buscándolas en mis dedos de lija,
en mis labios de plomo,
sin decir nada,
con nada nuevo entre los dedos,
con una silente calma que me adapta,
me como los acentos, paso inadvertidos los advientos,
y un hombre muerto suena entre las ruinas,
el silencio de las concubinas,
y el no pretender mucho más de lo que tengo,
aprender a estar conmigo,
en la menos usual de mis tibias soledades,
de mis olvidos cromáticos,
con unos más verdes que otros,
con los monstruos escondidos que se asoman,
hoy me despierta el agua tibia ya la falta de luz entre los ojos,
hoy me asusta y me ausenta el mal de amor
y ese divino fulgor de diluvio,
y estos pelos hirsutos de la nada.
tengo tanta nada que podría compartirla en éste instante,
decisivo,
repatriar ésta noche de peste de cigarro,
en mi cuarto oscuro,
donde se velan
y rebelan,
todas las verdades.
el cigarro se consume solo,
me consume solo,
lenta y violenta,
en cada una de mis oquedades,
ese espacio sólido donde un cuerpo queda vacío,
y la química de los cuerpos en divina intemperie,
que llega el oxido de olvido,
que llegan las cerezas de plomo,
cayendo,
una a una sin respiro ni tiempo,
el cigarro se consume solo,
y tal vez ésta es mi casa.
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