en la oscuridad de mi pecho llegaste como una llama,
como una vela,
en mi esternón y sus adentros,
con sus mapas de moho y carreteras de hormigas,
sedientas de azúcar,
sedientas de luz,
llegaste,
y les acomodaste un florero,
les diste miel,
llegaste sembrando suculentas,
aparcaste tu bicicleta,
colgaste tus piernas y tus besos,
llegaste sin prisa,
pero apresurada empezaste a acomodarlo todo,
moviendo todo,
armonizando todo,
en el preciso momento.
llegaste despacio, por la puerta principal,
dispuesta a darlo todo,
a amarlo todo,
motivarlo todo,
me regalaste dos grullas que cuelgan del espejo,
y me enseñas a ver mi rostro en reflejo,
el que nunca podré ver de frente.
me regalaste la calma,
de saber,
de creer,
que puedo ser,
que puedo amar.
en un abrazo me diste la calma de mis miedos,
porque uno puede ser muy valiente ante la muerte,
pero en tus brazos hallo la calma ante la vida,
y por hoy gracias al asaltante de plástico,
y gracias por no haberle roto el brazo,
por darme la calma de cuidarte,
por darme entre tus brazos el conocimiento de un mundo bello,
al reconocer mis miedos,
entendí esa primera noche,
que caería,
irreductiblemente a amarte.
llegaste a acomodar mi cuarto de esperanza,
le pusiste flores,
desempolvaste mi bicicleta,
y me dejaste acompañarte a volar,
me abriste la puerta principal de tu alma,
me dejaste acariciarte,
¿cómo no querer amarte en tan poco tiempo,
si la brevedad del cielo nos cobija inmortales?
y vamos volando sobre montes y sobre la ciudad de los fantasmas
sobre noches vienes a mi,
me llevas a casa,
hallo en tu cuerpo el amor,
en el sexo la palabra,
hallo en ti, mi dulce esternón,
hallo esperanza.
y cuando siento que la cuesta es imposible,
y te veo más adelante,
dando todo,
me motivas a seguirte en vuelo a ras de suelo,
a seguir rodando.
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