miércoles, 17 de octubre de 2018

más común que el odio



"hemos decidido declararle la guerra a un enemigo común",
pero no sabíamos que teníamos en común,
así que creamos algo,
al principio le llamaron pobreza,
y los ignaros mal entendieron,
y mataron a los pobres,
los ejecutaron.

antes,
cuando en barcos llegaron,
el enemigo común era el bárbaro,
aquél que no hablaba de el dios unigénito,
y su lenguaje.
y casi exterminan,
a los que no fueron adoctrinados.

no sé de cronología,
pero,
un enemigo común,
le llaman.


quizá era un musulmán,
o un cristiano,
un terrorista 
o un inconforme,
poco importa a éstas alturas,
aquél que es distinto
y reclama su derecho a ser distinto,
a ser respetado y ser amado,
siempre es el enemigo.

les robaron el petroleo,
y cuando la cosa se les puso muy difícil 
les negaron la visa,
el derecho a trasladarse
los dejaron morir en barcos,
en altamar,
y ellos,
a los que amenazaban a la soberanía de la nación,
les llamaron inmigrantes,
y deportaron sus sueños,
sus cuerpos.

al otro
y la otra,
 le llamaron comunista,
anarquista,
feminista,
transgénero,
le llamaron pobre,
le llamaron de mil colores,
y le negaron el derecho,
cualquier derecho.




el otro,
el enemigo en común,
le llaman,
y repartieron armas y paranoia,
y destruyeron casas y expropiaron territorios,
y crearon dictaduras y patrimonios,
y asesinaron al estudiante y al mendigo,
a todos por igual.


y aquí estamos algunos,
matándonos 
y hablando de amor,
entre los más comunes enemigos,
que no pueden ver al enemigo más común.






las doce





siempre nos han dicho lo que debemos ser,
de lo que debemos aspirar a ser,
o tener,
un auto mejor,
un reloj para contar los segundos,
que se nos escapan al darle cuerda.


siempre,
una mejor escuela,
un mejor peinado,
un vino más caro.


nos han vendido la historia de que el prestigio
y el poder 
llenarán ese vacío del alma,
por ser,
"alguien"
en un sitio que no elegimos.

y nos inculcan valores,
que trabajar doce horas viendo el reloj marchito,
te hará alguien,
que ver menos al otro,
te da un sitio,
cómodo,
donde juzgar al mundo,
una pertenencia.

y entonces miras al negro,
al indígena,
al mendigo,
al niño de la calle,
al vagabundo,
con éste principio irreductible,
de que el que es productivo,
es alguien,
 y no ellos.


ese "alguien" no está,
con el migrante,
con el ambulante,
en la favela,
en la banqueta,

y el reloj marchito gira.

y seguirá alguien muriendo de hambre,
de sed.

valores les dicen
...
..
.

he retratado con un efímero valor las ciudades que habito
y he perdido sentido al hacerlo,
que me he cansado en convencer,
que un mundo mejor es posible,
y ahora,
solo el silencio que me permito,
es distinto.

y no soy muy distinto o muy igual,
sigo sentado en el ocaso de mi vida,
esperando modificar con palabras,
lo que las armas no han podido.

y han pasado guerras,
y seguirán llegando,
y han pisado botas
y seguirán pisando.

he perdido esa mínima esperanza fúnebre de lograr algo,
esa esperanza primavera,
ese silencio de largo,
que me cruza y abduce,
a pensamientos inertes.

estoy en una pausa,
una laguna
mental,
insostenible.

es probable que nada cambiará,
que el mundo no mejorará,
pero hay algo,
siempre hay algo,
que me sigue impulsando,
a darle mi cena,
al hombre que duerme bajo la lluvia,
y puntual está él,
en la estación del metro,
cada que llego a casa,
un poco antes de que el reloj marque las doce





domingo, 7 de octubre de 2018

ladridos




cómo decir de forma bella que me lleva la muerte,
que se me va la vida,
en cada bocanada,
cómo explicar el silencio de mosquito dueño en mis insomnios,
cómo explicar que el deseo,
se encuentra contrapuesto al sentido,
cómo hacer arder al mundo
y revivir de las cenizas.


cómo decir que no tengo rumbo
no tengo un punto fijo,
que mis pesadillas ya no son de muerte,
que mi silencio es el luto del futuro deseado,
cómo explicarte,
que expatriarte,
es siempre hacia ningún lugar.

siempre he sido un habitante pasajero,
del paraje de ningún lugar,
que he apreciado bordarle a al muerte unos besos,
que no me permito coquetearle en paz,
que mis puños van cansados,
que mis piernas se doblegan de ciudad,
y yo
solo,
en una cocina, con un cigarro y unas teclas,

cómo decir engalanado,
que me lleva la chingada,
que tengo toneladas de lecturas y reportes,
películas cargando y textos al azar,
por reportear.

y mis ojos se cansan,
y doy vuelta a la cobija que huele a soledad,
y no la nostalgia conocida,
ese hueco singular,
de pluralidad conservada,
de certeza demacrada,
un misil hacia la nada,
sin fuego en el abismo,
sin ganas de nadar,
entre esas nubes que se esfuman,
sin acierto,
sin lugar


éste insomnio de mosquito en mi mente,
ésta inmensa falta de ciudad.


ave viajera aletargada,
sonido de piano vertical.









sábado, 6 de octubre de 2018

105



he preparado la cena con el calor de un hermano,
que espera la llegada,
pródiga, 
del que vuelve a casa.

Si bien no soy un ejemplo de orden, 
ni de pulcritud,
me he especializado en hacer pastas,
 para hacer sentir a alguien en casa,
limpié un poco la cocina,
desde la que escribo,
ésta misma que hoy me ofreces.

nunca me había sentido cómodo haciendo labores,
y estoy aprendiendo que la belleza de un espacio limpio,
genera una armonía simple,
y la cocina se seca con olor a lavanda,
y te espera la cena.


anoche hubo una fiesta,
una amiga de un amigo nos ofendió,
brutalmente,
Arthur se ha vuelto parte fundamental de mis días,
desde el cuarto escuché que lo callaban,
por ser blanco en éste país de mestizos,
si bien he aprendido en éste clasismo vertical,
la discriminación se da inmerecida,
y si bien he aprendido un poco de la lealtad,
de pertenencia,
de escuchar lo que uno llama hogar,
hace mucho no me molestaba tanto,
lo único que me impidió tirarle los dientes es que era mujer,
y si,
puedes llamarme sexista.

la tipa nos ofendió,
en ésta casa que ha recibido a tantos,
de la que me siento parte.


en Oaxaca escuché decir:
"cada casa es un acuerdo"
y nunca había sentido ésto,
si solidaridad,
si hospitalidad,
si generosidad,
pero la comunalidad,
de cuidar tu espacio,
de cuidar a tus compañeros,
de ser un exiliado de todos lados,
y hallar por hoy éste lugar,
que llamo hogar.


me gustaría darte más que letras,
con el agradecimiento de recibirnos,
y hacernos parte,
no excluirnos,
de ti.


he aprendido mucho en ésta noche,
que se puede mediar y lograr,
apreciar,
que no somos solo compañeros de un espacio,
somos el espacio.







 con el tiempo la vida no se vuelve de uno, uno se devuelve a la vida a dar un poco de lo que recibe, y en ese afán de gratitud, uno se hace...