jueves, 28 de junio de 2018

redención




¿cómo escribirle a la muerte?


es difícil poner un pie, escoger una bando, un lugar, mucho se habla de la valentía, poco de los cobardes, de esos que venderían a un ejercito entero y de los momentos tristes en que se elige serlo.

 A veces tras un paso no hay otro atrás, cuando te aferras a no caer al abismo después de encarrerarte hacia el, hay unos segundos de redención. en el aire, aunque haya agua abajo, aunque parezca inminente que no morirás, sabes que la salvación está en el abismo.

y te encarreras y llega el miedo, todos tus miedos, sabes que caerás, que no puedes evitarlo y  el pavor irreductible, irredimible que sientes cuando ves a la muerte de frente y sabes que no lo quieres  aún, pero si quieres ese instante, ese instante entre el puño y el celular del oreja de la ssp que está por caer. entre el decirle pendejo a cualquier pendejo y ver su cuchillo en la mano, sabes que la estas cagando pero no puedes desviar ya la fuerza, no lo harás.

saltas al abismo, sin saber si hay rocas abajo, si te alcanzará el aire y lo haces para demostrarte algo, que no eres el cobarde que has sido toda la vida, que puedes dejar de huir a la muerte, que eres distinto al día en que pudiste ayudar a vicente de ser brutalmente golpeado, cuando lo golpearon, morí un poco más que en el salto, morí de miedo "y una cosa es morirse de vergüenza y otra morir de miedo", es un reproche que no dejaré de hacerme vicente cayó al suelo y me quedé quieto.

ahora para demostrar que no eres el mismo que calló cuando culparon a otro de tu error, porque una cosa es temerle a la muerte y otra temerle a la vida, ahora que sabes no inculpar a otro y aguantar el baño en el anexo, entiendes que la existencia se hace pequeña en ese segundo de incertidumbre, en la que el rostro te cambia el pavor te cambia, y eliges saltar desde un puente de cemento al río o desde una plancha de cemento del que nadie más se atrevió, nueve, diez metros quizá y te pruebas caes, como kamikaze, caes y todos los puños pendulares, las veces que callaste, las veces que te dejaste vencer se redimen.

ya estaba en la quinta, un centro de rehabilitación a puertas abiertas, a pesar de ser tiempos bellos los recuerdo triste, porque sentía esa tristeza nostálgica de despedirme, de lo que sea que tenía que despedirme. Me costó despedirme mis amigos, de la lealtad que había con ellos, la complicidad la antiética formada, los códigos, las vestimentas. y es difícil escoger un bando.

en una leyenda, el dios más valeroso el más bello, debía saltar a la hoguera, sacrificarse para hacer la luz, el sol, pero ese instante en el que escuchas ese verdadero silencio en la pausa de el arrepentimiento y luego solo tu corazón. y no saltó, el dios paria el que no tenía nada que perder saltó sin dudar, o seguro que con la duda lo hace, cuando no tienes nada que perder existe un segundo de redención, de gloria en el salto, porque un enemigo sin nada que perder es el más peligroso.

"que importa la muerte si la muerte es la vida" y salté y no caí sobre rocas y me probé a la muerte y la he besé algunas veces más y los ríos matan, pero vives y pones un pie. "algunas veces pienso que no sientes miedo" me lo dijo Raúl un día, porque decidí ser un kamikaze un día, porque he sentido el silencio y el latir del pecho, porque no quiero morir, pero si espero mi redención.














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