martes, 16 de junio de 2015

Eris


No pude evitarlo,
buscar tu cuerpo en espirales,
me subí a ti, te monté de un salto, al sillón,
a veces creo que te arrepientes,
de no haber escapado a tiempo,
del tiempo.

te recuerdo llegar,
partir en llanto,
te recuerdo,
 desde mi necesidad de tu cuerpo de ceniza,
manzana-malzana,
Eris.
Nunca he tenido tiempo a agradecerte,
por soportar mis desplantes y mis despedidas,
mi ecléctico corazón de cedro,
que como lobo te persigo,
en el bosque bajo las cobijas,
me enseñaste más del tacto en la palabra,
del coito en la poesía,
de la marcha fúnebre y desplantes,
de permanecer en la tormenta.

Por sofocar tu cuello,
cargarte,
por leerme en el café.

Déjame ser la brisa que acompaña la marea,
de la perfección de tus pequeños senos,
tus piernas largas,
una enredadera,
como el caos que llega en tus ideas,
rizos en que quedé atrapado,
como dos árboles de raíz que nacen juntos,
enmarañados del invierno en primavera,
mientras llegas.

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