jueves, 30 de abril de 2015

cielo de Dante

El cielo es rojo,
mira como enardece,
el viento es negro,
mira la suavidad de su violencia,
el silencio es cruel,
como casi todos los silencios,
en el piso,
un ente coronado,
aferrándose a las monedas y a su reino,
que no es más que un reino de muertos,
pseudo vivos encaminándose a la tierra del olvido,
donde nadie incluso ellos recuerdan que existieron,
¿cómo sobrevivir a las batallas de gloria, si la mayor gloria es el olvido?

La líquida espada se hunde sobre los huesos carcomidos,
los gusanos,
sus más amados hermanos devoran la carne,
materia,
destinada a incorporarse a la tierra,
a ser árbol donde nació un muerto,
a ser muerto donde nació.

Si los dioses hubieran escuchado la sabiduría de los árboles,
si los sabios hubieran trepidado como el veneno de arañas,
la misma que pende de un hilo (como la vida) en la mano de cada hombre.

Hay cosas peores que la inmortalidad,
por eso los dioses peleaban entre si,
deseando cada día su muerte,
esperando que se hablara de ellos en viejos e incompresibles libros,
donde nada pareciese más importante que darle vida a un muerto.


Hasta un dios sabe ser coherente al hablar con la muerte,
porque los dioses saben,
que también están destinados a morir.

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