lunes, 23 de marzo de 2015

3 de febrero

A un desquiciado

Niño imberbe,
que se te va la vida,
te presagio la caída y el renacimiento,
si te pudiera contar frente a frente,
que dejarías las drogas,
que no habría más muerte en la mañana,
que enmendarías,
algunas cosas y otras destruirías,
te vería de frente,
te abofetearía,
me reiría digno y soberbio,
que soy el verbo que no ha salido de tu boca,
que eres el capítulo negro,
con un blanco plumaje que no podría negar,
siete años hoy te alejan y unos más,
te  diré:
ya no crees en dios aunque te aferras a odiarlo,
a escupirlo y menospreciarlo,
ya no crees en mucho y mucho más en poco,
que sigues siendo lobo,
que no buscas más el alfa que el omega,
aún el final te intriga y aferra,
a seguir buscando vida en la hojarasca,
que yo soy lo que tú nunca deseaste
y tú eres lo que nunca yo desee,
que podemos escupirnos mutuamente,
aunque admito eras más fuerte,
te conozco débil mi pequeño fuerte,
inexpugnable a las palabras,
seguiremos siendo necios y seguimos,
andando un poco los mismos caminos,
y vivimos,
que por morir vivimos,
pero a mi igual me aferra,
la digna curiosidad,
de lo que tu podrás alcanzar,
de lo que yo podré negarte.


Somos muy parecidos y tan distintos,
que no me chingo a la gente,
no soy tan imprudente,
el ímpetu viral que transmitías entonces,
ha cambiado lo suficiente para no saberlo necesario,
que no serás más líder de cuadrilla,
de errabundos del desierto,
que las sabanas aún te aterran,
y poder no despertar en pesadillas,
es distinto a éstas maravillas,
de poder dormir a gusto. 

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