se puede aún observar en la memoria decembrina,
los cerberos de la muerte,
el cerebro agusanado,
un cráneo con nata café que compré por 27 monedas,
y los juglares del panteón,
como dioses.
aún puedo escapar y correr,
gritar alto,
golpear bajo y escupir al cielo,
aún tengo piel,
cicatrices,
llagas,
cada una con su magra y maldita historia,
algunas de miel.
cambiar la piel mudar y desnudar,
anudar el alba a cada día,
tejiendo
y
esperando a odiseo
cada noche deshago los nudos,
para no acumular tiempo,
para ser un simple elemento,
del viento
el temporal va saciado de tormentas,
éstos días de calma, de fraguados cantos
y desencantos, que van forjando cada día,
son de humilde soledad,
dolores sencillos,
mirares complejos
y completos
son las nubes que se forman,
una tras otra
a esperar.
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