querría llevar hielo a los desiertos,
eso es fe,
es tan útil e infantil pensar que ese bloque llegará entero.
prefiero preparar cantimploras,
para observar las auroras es más práctico
un buen chal que te cobije
en éste ajedrez verbal de humo.
a lo sumo sé dos movimientos más para improvisar de nuevo.
querría llevarte un ramo de esperanza,
pero la desesperanza me acompaña,
es parte de mi rastro.
mis ojos se templan de ver tristeza,
en ésta noche de cálido cansancio,
de imágenes quietas y concretas que idealizan.
te diré que la fe no ha servido mucho en mis caminatas,
es un tibio confort que merma el dolor por un segundo,
pero no detiene la sangre como un torniquete,
no me pregunto dónde estaba dios en esos puntos,
no me aferro como niño berrinchudo,
sé (porqué yo lo sé)
que he aprendido a andar.
no es vanagloria ni gloria,
es la dulce y soberbia satisfacción de no doblar las manos,
de que mis rodillas no sangran inútilmente al piso,
evito decir gracias y agradezco,
con el movimiento de mis piezas en tablero,
y giro, como balero en el aire.
no quiero mi sangre inútil de que mis rodillas se raspen,
quiero que mi sangre valga algo,
sin embargo,
es decir no me embarga la tristeza,
pues la pereza que la fe provoca,
es ausente en mi también.
y bueno, así decidí lo siguiente,
si dios existe yo no me meto en sus asuntos,
así sé que él no se meterá en los míos.
eso es fe,
es tan útil e infantil pensar que ese bloque llegará entero.
prefiero preparar cantimploras,
para observar las auroras es más práctico
un buen chal que te cobije
en éste ajedrez verbal de humo.
a lo sumo sé dos movimientos más para improvisar de nuevo.
querría llevarte un ramo de esperanza,
pero la desesperanza me acompaña,
es parte de mi rastro.
mis ojos se templan de ver tristeza,
en ésta noche de cálido cansancio,
de imágenes quietas y concretas que idealizan.
te diré que la fe no ha servido mucho en mis caminatas,
es un tibio confort que merma el dolor por un segundo,
pero no detiene la sangre como un torniquete,
no me pregunto dónde estaba dios en esos puntos,
no me aferro como niño berrinchudo,
sé (porqué yo lo sé)
que he aprendido a andar.
no es vanagloria ni gloria,
es la dulce y soberbia satisfacción de no doblar las manos,
de que mis rodillas no sangran inútilmente al piso,
evito decir gracias y agradezco,
con el movimiento de mis piezas en tablero,
y giro, como balero en el aire.
no quiero mi sangre inútil de que mis rodillas se raspen,
quiero que mi sangre valga algo,
sin embargo,
es decir no me embarga la tristeza,
pues la pereza que la fe provoca,
es ausente en mi también.
y bueno, así decidí lo siguiente,
si dios existe yo no me meto en sus asuntos,
así sé que él no se meterá en los míos.
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