miércoles, 10 de abril de 2013

de cero



he encontrado pocos seres,
libres, o casi libres
y solo queda reconocer ese admirable atributo,
esa valentía suicida,
de andar.

hay un precio en ser libre,
un precio-recompensa,
que se ofrece sobre aquellos,
que aceptan el pecado capital de saltar al infinito,
sin nada que los perpetúe,
como estatuas,
 para trascender
a la efímera eternidad.

empezaré charlando
 sobre el motor de tu libertad,
de tu liberación,
de tu lastre.

empezaré por saber que soy pedestre,
y un ente volátil sin salir de casa,

hay pequeñas libertades
 que nos hemos atribuido,
para salvarnos,
para sabernos bufando desbocados,
aunque algunos búfalos están destinados al precipicio,
precio manada,
la desbandada en protegerse.

pero si bien caer al abismo solo,
equivocarse solo perderse casi solo,
no es distinto
a  arrastrar
sencillamente arrastrar a los demás
 empujar al vacío a otro es un acto criminal,
genocida.


hablar de libertad es saber que no soy libre,
que tengo mis  ataduras
tal vez no hay diferencia,
solo acepté no llevarme a nadie
y si puedo impulsaré a alguien más,
desde el punto cero en que me hallo.


cuando muera me llevaré un palmo de respiros,
y la sal que le compartí a otros,
lo demás:
no es,
lo demás no existe,
esa totalidad es nada.

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