Un día pretendí ser algo mejor, no sé qué pasó.
Los tenis unos adidas negros de tela, los miras y sé que podrías hacer un yoyo con
los hilos de vómito que cuelgan de tu boca,
giras el rostro, alguien te habla en éste carrusel de rostros no podrías
distinguir quien es, es una chica, no la conozco, es un rostro angelical, de no
ser por su rostro de repulsión sería perfecta.
Un día pensé que podría ser algo mejor, fueron esos estúpidos
dieces en matemáticas.
Hay algo inestable en el piso, el horizonte se tambalea como
un mar siniestro, la noche es larga, dicen, ésta noche ya fue para mi.
Un día pensé que podría ser alguien mejor.
No sé, estaba en una casa, había un carrusel de rosotros,
pero: ¿cómo llegué? ¿cómo salí? Ahora hay
pasto en todos lados, - deja que se vaya – Escuché. Ese eco resuena hace horas,
días, años quizá.
Éste inconstante del
tiempo es maravilloso, si pudiera habitarlo sin límites, pero no, no es posible
y ahora lo único que no tiene límite es ésta alfombra de pasto, podría
sentarme, o acostarme, el aire frio que llega y desmenuza el tufo a alcohol en
miles de hebras, que las lleva al infinito, qué más da.
El cielo es limpio, las estrellas se mezclan brillantes con
la pastilla fluorescente, solo cerrar los ojos quizá, solo un segundo, pero en
la inconstancia del tiempo un parpadear basta para que llegue el sol, que
quema, que sulfura como antes de cerrar los ojos la carne, corroyendo incesante
con la lumbre de dragones cada minúsculo centímetro de piel, todo duele, todo
cala los recuerdos vuelven como dagas.
Un día pretendí ser algo mejor, tiro la colilla en el mismo sitio que ese día
estaba hecho mierda, lo remato con la punta del zapato, escupo el humo, el atardecer
sigue su rumbo, y repito:
un día pensé que sería alguien mejor, no sé que pasó.