quiero retomar el espacio sin prisa de la risa,
no tener que huir de mi mismo,
quiero no escapar del dolor al placer,
caer del placer al dolor,
ver la hora y salir a prisa
a aprisionarme fuera de la habitación,
porque la humedad de la ropa no es poca,
si mi cuerpo está seco,
si mi corazón de kamikaze ya no decide caer,
por voluntad,
en picada.
y éste pecho ruge,
aúlla el embrujo para partir con la luna iluminando el camino,
el sendero,
y no importa,
y mi pecho ruge,
embrujado,
para partir, lento en el tiempo
que éste no escuche.
porque cada día me cuesta más vivir,
quiero abrasar con lo que queda de éste fuego el amor que conservo,
a veces viene ese desamor en venganza a cobrarse la renta
y días como hoy que manejo bajo puentes y flores y lotos,
y veo la luna,
amarilla,
distante,
y me aíslo en el silencio,
me aisló en lo turbulento de ésta laguna,
mental,
tan cuadrada.
a veces mi pecho aún aúlla con el poco amor,
en el clamor de éste dolor ausente,
y no caen los párpados y se quedan parados al borde de éste oasis hueco del vientre,
cuna de espejismos para el que tiene sed de huracanes,
pero ya solo soy tormenta,
de arena.
tengo roto el silencio,
y el caos que me habita no halla el hilo,
para asirlo antes de que llegue el crepúsculo,
y la noche me acribilla,
con sus estrellas y ausencias,
distancias,
carencias,
y mi saliva ya no es como una bala,
mi lengua pierde el tiro de arquero
de asestar en el pecho y atravesarme en él en el lecho de un abrazo
y solo quiero cambiarme de ropa,
de ciudad y de nombre,
cambiarme de amor y abandonar lo que amo,
justo como me tocó a mi.
cambiarme de bando,
habitar una oficina y una camisa,
tener las certezas que escucho
y que nunca he tenido,
o de ser realista nunca he querido,
pero mi corazón ruge,
y me voy lento refunfuñando al abismo del tiempo,
mi corazón ruge
y me voy lento abrazando la paz del silencio a casa.
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