miércoles, 14 de abril de 2021

asegunes

 


siempre quise dejar éste traje sin arrugas,
sin un polvo extra,
sin una pelusa en la solapa,
pero me fui entregando tanto a la muerte,
que me quedé sin vida,
y solo se me frunció el ceño.



quise,
dejar mis ojos estériles con los estoperoles francos de la juventud,
el oropel de los dientes, y su brillante lustre,
dejar,
la sedosa suavidad de mi piel sin escamas,
te digo,
siempre me he querido morir, 
aunque muy pocas veces me he intentado matar,
y resulta que cuando eso pasa solo pesa
 y me estresa que en realidad,
no pasa y me caga,
despertar,
con dolor de cabeza y una cruda de realidad,
de haber hecho un desmadre,
de haberme llevado al taxista,
al optimista,
o al que creía en mi entre las patas,
o no, también quedarme un poco ahí cada que no me voy,
pocas veces he buscado matarme,
pero varias si he buscado morir,
para mi desgracia kamikaze, la suerte se hizo costumbre
y la costumbre experiencia,
y a veces cuando veo los guiños en las películas,
adivino los finales,
y me ahorro las historias
y las histerias,
y me pasa que me cansa,
el conocer a las moiras 
y las alcurnias,
los ghettos y los panfletos,

y leo todo entre líneas,
las líneas más crueles de éste imperceptible imperfecto,
y me alejo de algunos quienes fueron amigos,
y me acerco un cigarro,
y brindo por los cariños fraternos que conservo,
es curioso,
la ironía que fue de verme siempre en las calles,
es ahora que si me ves seré tan fugaz que vas a pedir un deseo.


y despierto  desierto, después
de no morir o no matarme,
triste y crudo de realidad,
y solo,
y me lavo los dientes y tiendo la cama,
me busco en las endorfinas tétricas del nihilismo,
y me aviento a valer verga o a dormir,
lo que me de la gana,
me aviento a callar y fallar,
pero para entonces  mi cuerpo me pesa,
y el sexo,
y los párpados,
y los sueños,
la imaginación,
y me pesa que se me pase la vida en un cigarro,
tanto que ya ni reto al policía ni al taxista,
que me cansé de putear muros,
duros rostros bastante inmaduros reflejados en mi ira de risa,
porque me cansé de ir tumbando dientes,
porque nunca se me acabó la suerte,
pero entendí en el hartazgo a verme en el ejecutado,
porque quizá,
en el fondo,
aunque me veo en él,
quisiera yo jalar mi gatillo y escupir mi cien al pavimento,
con una velocidad en el vacío de 9.8 metros sobre segundo,
pero no se me cae la cabeza a explotar como fuego artificial en el pavimento,
y solo se me cae el lapicero,
o el vaso de agua,
y en mi descuido dejo caer mi esperanza,
y no,
no ejecuto,
porque en realidad el que busca motivos para vivir soy yo.




siempre quise dejar mi cadaver,
 exquisito,
jugoso,
radiante,
lutroso,
siempre me gustó jugar a la suerte o a seductor con la muerte,
para quejarme por costumbre,
reírme con cara de viento en la lumbre,
pero ya de seducir a la muerte me salieron llagas,
y muchos cansancios,
porque la vida me ha sorprendido tanto y tantas veces,
que se me apagó el fuego y la gana, me salieron canas,
y dejé de pelear,
con el taxista y con el microbusero,
porque a mi el punk me falló primero,
antes que la rodilla,
y mi mayor anarquía se volvió no matarme,
y en mi entrega involuntaria,
me mantiene la experiencia más que la voluntad,
porque la mayor pérdida no es para mi lo que venga,
es para otros que yo me vaya,
dejando pendientes,
de oro,
diamantes de ojos,
si algo entendí con mis muertos,
es a no querer dejar los pendientes,
si no muero  o no me mato,
no es por mi,
es por mi madre,
por mis hijos,
si no me mato,
es porque aún hay quien me ama,
y me calma y me abraza,
y me siente con fe,
porque yo dejé dejé de tener en mi,
y les creo un poco,
y quizá aún tengo mucho por hacer,
y vivir,
resisitir,


y sigo escribiendo en contra mía,
para entender la alegría,
que me colma,
por ir sonriente abrazando ésta ironía,
de seguir,
intensa y jodidamente vivo,







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