viernes, 14 de agosto de 2015

Vida cotidiana...

Tienes un rictus duro de hace días, sé te marcan las arrugas entre los ojos de la preocupación y te escribo como si fueras otro, no el mismo de hace semanas que paseaba con tu hijo por el parque,
Tienes el cansancio del insomnio, de las pesadillas, de la realidad que te sobrepasa, del pánico, de la paranoia, tienes la certeza que hoy estas a salvo, la garantía de que permanecer visible te conseguirá un poco de calma, pero ¿después que? Cuándo el agua se calmé y el mundo empiece a girar de nuevo, ¿después qué? Me he labrado un nombre, un lugar, una ciudad, pero hoy ser honesto, o tratar de serlo es la mejor garantía de sentirte acosado, intimidado.


Hace un par de días que no me siguen los gatos, eso me da una mi pasiva sensación de calma, una sensación ficticia de que todo está bien, ayer no pude salir de casa, otro compañero muerto, no lo conocía, pero los comunicados inmediatos, las contradicciones, la falta de protección de su mismo director que no se sabía ni sus nombres, pero enjuiciaba como verdugo al que no se le permite ni tener una memoria digna.


Y cada día me cuestiono más de lo que vale la pena, se asoma un egoísmo lúgubre, como quien empieza a declinar a lo que es justo y ese miedo es una victoria ajena, un dolor del alma ahí donde uno siente que no hay descanso, no puedo escribir bien, sé me atoran las palabras, tengo lágrimas en la nariz, gotas de moco en el alma.


Hace días que los gatos no me siguen, vengo al centro entre abrazos fraternos y miradas compasivas, como se ve a un hombre muerto, me dan ganas de mandarlos al carajo, de decir que sigo vivo, que no sé por cuanto pero sigo puño arriba frente en alto, sin el temor de equivocarme.


Me gusta la vida, tanto que no reto a la muerte como cuando morro, que no he podido rodar en mi bicicleta, janto le puse, el caballo hijo del viento y una arpía, hace días llegué a casa, con una ira inconfundible, busqué algo en el cuarto, un pretexto para desacomodar todo y terminar llorando, como un niños, como un cacuy, dijera Girondo en su poema.


Algunos escriben la historia con asesinatos, otros tratamos de escribirla con poemas, irónico, cuando salí de la facultad, con la pretensión de pseudo artista, no me gustaba pensar en trabajar en prensa, que todo estaba podrido, que los medios unilaterales de información, esas empresas que catalogan se venden al mejor postor no serían fuente de mi ingreso, mírame ahora con la ironía más grande, en que he hallado a grandes amigos, honestos, críticos y con más dignidad que hallé en otros tiempos.



A Rubén:

Poco a poco aprendí a no ser tan confiado, a trancas y barrancas, ahora que soy más solitario y distante, más socialmente determinado a ser cordial, saludar y expresarme, de manera mesurada con la boca, de manera que mi opinión más fuerte sean las fotos, porque nadie sabe el poder de una imagen, es subjetivo, tanto como la foto que te tomé ese día Rubén, todo contento y resignado con esa sonrisa que mostraste, la que ahora todos ven, la que me obsequiaste que se vuelve un motivo para seguir andando. 

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