viernes, 12 de junio de 2015

anecdotario

Encender la cuna del silencio con la punta de un lapicero.
Antenoche sufrí la peor sobredosis,
la de la realidad.

Me quejo de no tener de qué quejarme,
por no quedarme yerto,
por no saber hablar.

Estoy esperando al grillo y tengo quince años, me volé las clases, aproveché el descuido de don chava para poder Salir a hurtadillas de la escuela, regresé a casa caminando, del centro a la colonia revolución, 23 minutos a paso veloz, en chinga, pinches ganas de meterme lo que caiga, la mala fortuna de ser un yonki preparatoriano es que dependes del auspicio familiar para conseguir las dosis, solo me dan siete pesos al día para el bus de regreso a la casa, es tiempo de bonanza con eso tengo para llegar a la casa con un Flavio, tal vez alguien sacará una chela, creo que es lunes, tal vez jueves, no importa, los días transcurren iguales, clones interminables cuando solo importa tener los ojos al revés.

Ayer me robé la despensa de la casa para conseguir  un toque, hoy debo variar la técnica, ya no hay latas de atún, espero al grillo en las vías, por la curva de la 21 antes del puente, pero no llega el cabrón, es de cajón que pasará él o cualquier otro, se hará la clásica señal, la del puebla, cruzando una mano con la mano izquierda del hombro al vientre,  van tres mensos que andan en la eriza,
-qué pedo, mochilas no, o qué dónde se hace el necte.

- bien ericcson carnal, ando frío, pasé a ver al chinto pero  no estaba el culero.
El chinto, personaje salido de un mal cuento de ficción, le faltan tres dientes, los del frente, siempre sonríe con la risa pacheca de quien mira que acaba de llegar la quincena.

 a dos cuadras de mi casa estaba en las vías del tren, su oficina un cuarto de madera, adentro  pegados a una letrina, un baño seco con tablas en las que a cualquier pendejo se le caen las cosas ya con un par de toques encima, un celular, un toque, a la buena de dios sabrá que tantas cosas habría en esa caja de mierda que con el calor de medio día hervía, la primera vez que quemé ahí casi vómito, yo era fresa de barrio, me costó hallarme en el tufo inclemente del medio día, pero ya había pasado ese tiempo, ¿qué sería? ¿Un año de visitar por primera vez la oficina del chinto? No lo sé, ahora estoy en las vías y tiene tres días que solo se consigue una mota que huele a gasolina, ahí en los tres brincos por los sauces, el gallo alias el mirrey, con sus tubos de periódico, toda la mota sabe a gasolina.

 anoche sufrí la peor sobredosis, la de la realidad, una eriza de la buena, de esas que no te dejan dormir.
Solo queda encender la cuna del silencio con un lapicero, en lo que pasa el grillo, seguro a él le queda algo, compramos la peseta, veinticinco buenos baros de la del mirrey.


Pasé a la casa por Morfeo, lo tengo sin cadena y el muy culero se acaba de revolcar en un animal muerto, como le gusta hacerlo y viene hermoso corriendo a restregarse en mi, con su lengua larga y su cara de baboso, el  más leal de todos los amigos.

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