sábado, 14 de marzo de 2015

pertenezco ésta noche

Hoy le pertenezco a mis errores,
se adueñan de mi,
me sofocan,
se permean como la neblina de ésta noche,
como el humo que se escapa,
como las  gotas de culpa sobre el tejado que horadan,
taladran mi cráneo una a una,
como tortura de san juan de Ulúa.
Pero no,
no me malentiendas,
no me arrepiento de esos errores,
me han forjado,
me han ido deformando a las formas más humildes éstos días,
a saberme poco,
la vida tiene una forma sublime de doblegar mi soberbia,
de domesticarme a  fraterna,
forma de ver el mundo.

Soy poco más de lo que escribe por ésta noche,
soy poco menos de lo que he sido,
porque estoy hecho de historias,
es lo poco que me queda.

por ésta noche no me colma la gloria,
porque soy todos mis errores,
las puertas que cerré como sacrificio,
las que quizá nunca tocaré,
a beneficio,
hoy no basta haber dejado el delta de los cuerpos
y el THC del bueno,
el alcohol,
he dejado de invocar que la muerte me besarme,
sé que ya no soy un chiquillo.

No me arrepiento no malentiendas,
ya no tengo en la nuca la memoria grabada,
pero fue tiempo muy perdido habitar la locura,
que pude aprovechar.

Me siento viejo y sin experiencia,
la indispensable,
la inevitable.
Quizá solo es  por ésta noche que no me baño de gloria,
que me despido (tiernamente) de las cosas que perdí,
supongo que si tengo deudas han sido muy contadas,
a ese cuchillo que no se atrevió a entrar en la carne,
a esas pastillas que no me mataron,
a la mujer que me odia,
y que agradezco por darme un hijo,
por involuntariamente,
contradictoriamente,
salvarme la vida,
aunque alguna vez confesó,
que quería verme fundido.

A mi abuela, soledad compañera,
que desde el polvo de estrellas que es en la noche,
no ha dejado de ser mi leal compañera.
Tengo una deuda a mi hermano,
o muchas que sabe bien cobrarse,
le tengo rencor como él a mi,
de ese que se forja igual para no ceder,
la oportunidad que supongo también busca.


Podría bien enlistar las deudas que tengo,
las que no podré enmendar,
pero si redimir día a día,
permitiéndome la vida,
buscando la esperanza,
no de esa espera fantasma,
de esa paciencia impaciente que viene siendo,
una acción de paz impulsiva,
sin métrica ni ritmo.  

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