jueves, 26 de febrero de 2015

Yo soy la calle



Supongo y solo supongo, porque no lo sé de cierto, que la fascinación que tengo de la calle va desde las prohibiciones infantiles, vivir en uno de los barrios más conflictivos, el cinturón de miseria, la frontera que dividía (porque se ha recorrido a sitios más lejanos) a los ciudadanos de primera con los de arrabal.
Me conseguí mi adicción al alcohol a los 14 años, a los 15 ya consumía todo lo que se me cruzara, a los 17 un intento de suicidio, cincuenta y cinco pastillas de las buenas, medicamento controlado que me recetó un psiquiatra inconsciente, incongruente.

¿A qué va éste preámbulo?
En ese lapso, conviví con los exiliados, no diré de la realidad, es muy real vivir en ese mundo, es surreal, es lo que hay.  Conviví con los “parias”, asaltantes de a cuchillo, traficantes de monas, narcos de tlapalería, los gallos del barrio, los que irremediablemente, irreductiblemente, terminarían en tragedia,  los personajes que están, pero no están, son parte de la arquitectura.
Dejé de consumir, un día a la vez y me prometí no volver a tocar el barrio ni por error, en el que mis compañeros  toreaban autos, algunos enterrados, como cuchillos para la lluvia, desparecidos, otros de granja en granja, pocos andamos sobrios.
¿A qué va éste preámbulo?

Si me prometí no pisar mi barrio, no puedo evitar ver la calle como algo que me llama, es como la sangre, va más allá de la hermandad que no tuve en casa, tengo una fascinación exquisita, por la calle, los músicos, los mendigos, los pedigüeños los adictos, los ancianos más exiliados, los forasteros de lo que una vez fue su tierra, no tengo una línea real no tengo más justificación a mi trabajo que todo eso. Yo, soy la calle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 con el tiempo la vida no se vuelve de uno, uno se devuelve a la vida a dar un poco de lo que recibe, y en ese afán de gratitud, uno se hace...