miércoles, 18 de febrero de 2015

galería de arte ala mierda.

Vanagloria,
vana gloria,
vana totalidad-mente poética de la concupiscencia,
de la esencia de todas las menos magras emociones,
las macabras locaciones me llamaban,
para tener un poco de color y resaltar entre los chapulines,
 tenía que escupir como poeta las más aberrantes y sodomitas palabras,
de forma tan despojada de amor propio que la parábola se negaba a si misma.

Ahora si, a escribir.

Rechacé el arte de galería como se rechaza inexpugnable al enemigo,
olvidé tan el impulso de crear,
por ser de los segunderos,
no de ese reloj que no perdona,
de los nacidos para segundear,
de los narcisos para criticar,
tan me olvidé de adornar el arte,
que llené de garigolas,
a las gárgolas más horrendas y de mal gusto que pueden existir,
alabé tanto a los rolls Royce del arte posmoderno,
que olvidé la atemporalidad de lo que mueve,
perdí tan la esencia de mi concepto del arte,
que escupí la obra de otro,
la apropié y me llamé genio,
tan severo el ego me dijo:
dios habla a través de tus palabras,
le di dos palmadas en las nalgas a ese ímpetu sinestro
y dije,
duerme otro rato,
para chingarme la cabeza ya tengo cosas,
como pagar la luz o la renta,
tan perdí mi credulidad en el arte como en la gente que mira arte,
tan check in,  estoy admirando botero,
mientras me cago en la mórbida vida,
¿porqué no chingaos checkear cuándo te pones de frente al prostíbulo?
o frente a la frente del siniestro espejo y escribo:
Check in estoy enfrente del más perdido de todos los imbéciles.



Perdí ese impulso creador,
se volvió repetidor y repartidor,
repatriador en  periódicos dominicales tan absurdos.

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