hoy, que tengo una lágrima.
casi absoluta,
encuentro más razones
para olvidar,
podría dejarme escuchar
las voces de mi cabeza,
o sencillamente hacerles caso,
pero no,
no por esta noche pequeño viento,
no por esta noche pequeña muerte,
declino,
me aíslo y me asisto
a la sucia pasión de pintar con luz,
mantener la cordura,
no aferrar mis manos al piso,
ya no escupir bilis.
hoy que tengo,
sé que tengo,
más que lagrimas
más que aire en las manos,
hoy,
hoy,
hoy,
el sucio día que se llena de humo,
y se empaña lentamente a perderse en olvidos,
olvidos de café por las mañanas,
olvidos de azul y de amarillo.
sería fácil lo admito,
hasta cómodo y honesto,
escuchar esas voces,
tiernas,
hablarles quedito,
tartamudear sus palabras,
musitar sus canciones.
sería fácil ahora,
que los miedos no trascienden,
que las morales se venden,
como cualquier mercenario.
hay un hilo de pus en cada llaga,
admito y admiro
haber habitado nostalgias,
que se aferraron tanto,
de lo que pasión hoy se llama,
simplemente, dulce de odio.
hoy que tengo esta lágrima
tan contenida,
y los suspiros me alejan,
de acariciarme el pelo,
dejarme querer.
juguemos al surrealismo:
el hombre que porta al hombre.
dentro de esa bombilla sin filamento,
tiene dedos de péndulo,
que miden como se cae el techo,
pero yo no lo percibo.
el hombre que porta un hombre,
en su paisaje frío,
y cálido a la orilla,
de eso que parece desierto,
porta esa lágrima absoluta
dentro de una bombilla,
que se niega a reventar,
por eso la cuida tranquilamente
se hace amigo del mundo,
para que no duela
para que no sea
el océano de fuego que puede desatar.
a su alrededor y a su paso,
caen girasoles
y aves plateadas,
de un atardecer oriente,
no lo sé de cierto
y podrás llamarme loco,
pero no es más ya un halago,
que porto como digna insigniaa,
para perecer al olvido.
el hombre, sucio,
él, hombre
él,
él...
casi absoluta,
encuentro más razones
para olvidar,
podría dejarme escuchar
las voces de mi cabeza,
o sencillamente hacerles caso,
pero no,
no por esta noche pequeño viento,
no por esta noche pequeña muerte,
declino,
me aíslo y me asisto
a la sucia pasión de pintar con luz,
mantener la cordura,
no aferrar mis manos al piso,
ya no escupir bilis.
hoy que tengo,
sé que tengo,
más que lagrimas
más que aire en las manos,
hoy,
hoy,
hoy,
el sucio día que se llena de humo,
y se empaña lentamente a perderse en olvidos,
olvidos de café por las mañanas,
olvidos de azul y de amarillo.
sería fácil lo admito,
hasta cómodo y honesto,
escuchar esas voces,
tiernas,
hablarles quedito,
tartamudear sus palabras,
musitar sus canciones.
sería fácil ahora,
que los miedos no trascienden,
que las morales se venden,
como cualquier mercenario.
hay un hilo de pus en cada llaga,
admito y admiro
haber habitado nostalgias,
que se aferraron tanto,
de lo que pasión hoy se llama,
simplemente, dulce de odio.
hoy que tengo esta lágrima
tan contenida,
y los suspiros me alejan,
de acariciarme el pelo,
dejarme querer.
juguemos al surrealismo:
el hombre que porta al hombre.
dentro de esa bombilla sin filamento,
tiene dedos de péndulo,
que miden como se cae el techo,
pero yo no lo percibo.
el hombre que porta un hombre,
en su paisaje frío,
y cálido a la orilla,
de eso que parece desierto,
porta esa lágrima absoluta
dentro de una bombilla,
que se niega a reventar,
por eso la cuida tranquilamente
se hace amigo del mundo,
para que no duela
para que no sea
el océano de fuego que puede desatar.
a su alrededor y a su paso,
caen girasoles
y aves plateadas,
de un atardecer oriente,
no lo sé de cierto
y podrás llamarme loco,
pero no es más ya un halago,
que porto como digna insigniaa,
para perecer al olvido.
el hombre, sucio,
él, hombre
él,
él...
El pantano en que nos movemos cada día espera y nos invita a caer en sus arenas movedizas que tragan para volverte parte de ellas.
ResponderEliminarAquí sólo se distinguen los guerreros. Aquellos que, marcados por un halo del pasado mágico del suelo que pisamos llevan en su piel un escudo perfecto de estoicismo y fuerza que un habitante común de estos pantanos ni siquiera imagina.
Estos guerreros son especímenes raros y en peligro de extinción.
Por eso entre ellos se protegen. Para que cuando uno vea mermadas las fuerzas de su espíritu, un hermano cargue su pena hasta recuperarse y continuar el camino. Porque sus hombros son fuertes y resisten el peso de quien, como ellos, viven y defienden las cosas por las que vale la pena pisar este mundo.