martes, 29 de enero de 2013

Memorias

dejaré escurrir mis dedos en la alfombra,
la misma
y enigmática de cuando niño.

espera, no hay abismo,
solo te alejan los alambres,
que cuando se unen son fronteras.

descanso en el camastro,
el nuestro era un cuarto,
 las paredes  dos libreros,
y  los libros te cuidaban
 del frío,

había un pisapapeles de caballo,
 dulce mármol de marfil,
rasgado hasta su muerte
que fue trofeo,
de tener no más que juegos,
en la alfombra y los libreros.

ahora lo recuerdo:
el hueco donde el modular,
era el pasaje secreto a nuestro cuarto,
que era oscuro pero cálido,
quizá por ello,
 en los sitios oscuros hallo
la temperatura exacta.


había un escudo de madera,
y ese fue un invierno frío,
pero esos libros
me salvaron de la neumonía.

el viento que no muere de frío,
solo muere con el tiempo,
el presente eterno,
en el que se queda a descansar,
de los pesados futuros,
de los pasados pesados.

de los pesos muertos
 que se cargan en la espalda.


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