jueves, 26 de agosto de 2021

bla

 


quiero retomar el espacio sin prisa de la risa,
no tener que huir de mi mismo,
quiero no escapar del dolor al placer, 
caer del placer al dolor,
ver la hora y salir a prisa
a aprisionarme fuera de la habitación,
porque la humedad de la ropa no es poca,
si mi cuerpo está seco,
si mi corazón de kamikaze ya no decide caer,
por voluntad, 
en picada.

y éste pecho ruge,
aúlla el embrujo para partir con la luna iluminando el camino,
el sendero,
y no importa,
y mi pecho ruge,
embrujado,
para partir, lento en el tiempo
que éste no escuche.


porque cada día me cuesta más vivir, 
quiero abrasar con lo que queda de éste fuego el amor que conservo,
a veces viene ese desamor en venganza a cobrarse la renta
y días como hoy que manejo bajo puentes y flores y lotos,
y veo la luna,
amarilla,
distante,
y me aíslo en el silencio,
me aisló en lo turbulento de ésta laguna,
mental,
tan cuadrada.


a veces mi pecho aún aúlla con el poco amor,
en el clamor de éste dolor ausente,
y no caen los párpados y se quedan parados al borde de éste oasis hueco del vientre,
cuna de espejismos para el que tiene sed de huracanes,
pero ya solo soy tormenta,
de arena.



tengo roto el silencio,
y el caos que me habita no halla el hilo,
para asirlo antes de que llegue el crepúsculo,
y la noche me acribilla,
con sus estrellas y ausencias,
distancias,
carencias,

y mi saliva ya no es como una bala,
mi lengua pierde el tiro de arquero
de asestar en el pecho y atravesarme en él en el lecho de un abrazo


y solo quiero cambiarme de ropa,
de ciudad y de nombre,
cambiarme de amor y abandonar lo que amo,
justo como me tocó a mi.

cambiarme de bando,
habitar una oficina y una camisa,
tener las certezas que escucho
y que nunca he tenido,
o de ser realista nunca he querido,
pero mi corazón ruge,
y me voy lento refunfuñando al abismo del tiempo,
mi corazón ruge
y me voy lento abrazando la paz del silencio a casa.



1

 He perdido el sentido, nunca he tenido rumbo, pero siempre ha sido claro a los lugares a los que no he querido ir. me fui conformando para hacer de mi palabra mi vestimenta, para que mi lengua fuera mi alma, de algún modo me cansé de hablar, de decir, de buscar en la palabra dar confort y aliento, dar.  

ya no sé si son las muertes, en que cada una se ha llevado algo, ya no sé si son las mil vidas vividas en una sola que me han llevado al cansancio, al hartazgo, al hastío, a veces creo que las mujeres que más amé en esa balanza de reciprocidades se han vuelto aquellas que más me odian, y les fallé, y me fallé al no ser lo que ellas querían de mi o en el existir diario.

solía hacer recuentos alegres cada año, donde en cada pérdida retomaba algo positivo, un hálito de esperanza que me diera un espacio para soñar, para creer que la vida no nos había arrebatado nada, que la oportunidad diaria de un renacer era lo importante, viví a mi modo, lo sé. pero hoy entre las carencias de olvidos llegan a apresarme los recuerdos recrudecidos de la felicidad y poco más el contraste en el arrebato de su finitud, y mi responsabilidad en esa ausencia a lo pleno. porque sé que he perdido el tiempo tratando de olvidar, la más grande ironía de decir olvido es recordar.


no pretendo hacer un recuento de lo que me duele, eso solía ayudarme a darme la esperanza de ser un sobreviviente, de decir, he vivido y nadie podrá negarlo. Y si he sobrevivido, de tanto y tantas, incluso a pesar  y en contra mía. sobreviví al frío, a veinte días de pulmonía, a otros inviernos, sobreviví al casi rapto de esa amable señora que me quería llevar a pasear, sobreviví a mis propias travesuras y gracias a otros reflejos que frenaron a tiempo, a mis escapes en bicicleta, a mis borracheras, a un pazón de coca, sobreviví a un incendio, que yo provoqué, a esa gana de niño de ver todo incendiando, sobreviví incluso a mis miedos, al amor, al desamor, a la sobredosis, a la falta de sentido, sobreviví al narco, a los policías, sobreviví fotoperiodista en un estado en guerra, sobreviví a choques, a pistolas, a asaltos, a suicidios a ausencias a saltos, sobreviví a la muerte de los que amé, de las que amé, a la muerte del amor y a mi instinto suicida, no sé cómo, pero sobreviví a 55 pastillas de medicamento controlado, sobreviví a la depresión, al alcohol, a las monas, con reflejos en la bicicleta, con calma de no huir al ver a esos tipos con machetes, a la amenaza, a lo cotidiano, siempre he sido una brasa encendida y casi siempre supe qué decir cuando alguien se iba y confortaba a los que se quedaban. sobreviví a las lenguas de serpiente y las de seda, a encontrarme en esa majestuosa monstruosidad con un espejo y ver lo sublime que es ser un monstruo, a mi rodilla jodida, al anexo, a la puñalada en el vientre, creí que esa jodida valentía de salir casi ileso, ajustar la latitud de la sonrisa y andar no se acabaría, pero siempre hay algo que apaga la sed que busca beberse todos los huracanes y hoy no sé cual fue.

el año pasado se suicidó noty, también monse, los policías mataron a jerry, varios más, así y asa.


quizá el sentido de éstas letras no es más que buscar un recuento absurdo que no abuse de la ironía del olvido, cada día más distante, cada día más incrédulo, cada día me siento más torpe en la augusta falta de sentido, porque dejé de escribir al ir siendo bloqueado de los lugares donde tenía sentido escribir, dejé de acomodar mi cámara en el cinto y salir a mirar mudo el mundo.


perdí la gratitud, en mi ingratitud, en la ciega necesidad de cuidar lo que queda del corazón, que tiene ganas de andar el camino para partir a enterrarse en el lodo, y buscar un renacer en el ser uno con la nada. pero no, el vacío ya no me atrae, y me acerco al precipicio y ya no siento la adrenalina tensa de querer saltar, y ante la vastedad y magnitud de lo infinito, solo se me ocurre escupir al infinito.


quisiera darte palabras que sanen o una carta que te entregue como solía ser un yo, la esperanza, la vida, la muerte, pero poco hallo cuando requiero ser profundo, a veces me habla el mar, a veces escucho al viento, a veces solo ponía mi mano en el pecho y cerraba los ojos, pero tiene tiempo que no me atrevo a ponerme en los rituales que me acomodaban el espíritu. solo sé que cada día que creo en menos creo en ti, y agradezco que escribas, que leas, que escuches, que estés con tu corazón roto y desmenuzando las letras precisas para buscar entender, porque tienes mucho que decir, o tengo mucho por ver, desde ti.









 con el tiempo la vida no se vuelve de uno, uno se devuelve a la vida a dar un poco de lo que recibe, y en ese afán de gratitud, uno se hace...