he querido escribir sobre un tintero y la pluma que habita tus puertos.
he definido al aroma de los alcatraces en tus besos,
como un sinónimo de insomnios,
he auscultado el silencio como la más feroz de tus venganzas,
he definido al aroma de los alcatraces en tus besos,
como un sinónimo de insomnios,
he auscultado el silencio como la más feroz de tus venganzas,
y me he descubierto desnudo ante el más fiel de los espejos.
he reconocido mis miedos, para comulgar con ellos,
comer la carne de cavafis,
y oler la sangre de caronte,
al abrazarme en mis viajes de Ítaca,
me he ausentado en mi cuerpo al sentir la tinta negra recorrer mi piel,
para por un minuto sentir que soy piel más que un deseo,
y te deseo,
que seas breve en perdonar,
que vuelvas a amar,
y que no tropieces nunca más ante tus mismas piernas,
he volado de rasante lluvia sobre la bicicleta,
abrazo la neblina de mi nostalgia tersa de la infancia terciopelo,
me abrazo tierno al sueño antes que despunte el alba,
mientras un lucero me mantiene aferrado al atardecer,
digna esperanza.
he bebido del maná que emana el viñedo del mar,
he abrazado como europa la grupa de zeus,
y he encontrado el tierno hueco del sexo en mi vientre,
un odre en mi pelvis,
un blando sonido de bala en mi craneo.
he volado con los cuervos sobre la barranca
para salir del mar,
y de mi laguna,
mental tan permanente,
y he hecho un acuerdo a los recuerdos,
para que la marea no borre como siempre las letras de arena,
no humedezca la brisa los papalotes del mar,
y que éstos no caigan,
en picada kamikaze, al olvido.
he soñado que saltaba al vacío con una muñeca en brazos,
he despertado exhalando el vaho morado de los muertos,
he despertado en cada estertor como un niño renacido,
en éstos, los días más largos del tiempo.
he acordado con mi propia necesidad de caos,
una pausa gigante de cedro,
de roca tosca en el pecho,
he aprendido lento del mar,
que amar,
no siempre es presente,
hoy que desconozco de humo,
aquello que siendo, dejó de ser.
he querido escribir sobre un tintero la pluma,
que te amen los poetas,
y que arda troya conmigo adentro,
por querer que haya alguien que cuente éstas historias,
que insignificantes y faltantes,
son irredimiblemente necesarias.
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