no me ha bastado la perversa rabia de las letras para decir mis nombres.
expelerlos,
como exorcismo de mi cuerpo,
no me ha bastado un pretexto,
para doblarme,
doblegarme,
disociarme.
podrías ver tus sueños
podrías palparlos cuando escampa
o habitar el mar,
o habitar el mar,
híbrido
con las emociones de un rasguño,
has tocado el corazón en sinestesia,
quizá te tocaron los dioses
o la necesidad.
¿puedes sentir el sol?
u ocultarse la brisa mientras el canto de un jilguero alumbra,
¿puedes?
hay muros de concreto corazón
mancillados de las más finas llagas,
hay muros construidos de papel
y construí dos para encajonar mi boca,
un mutis
y obturar.
hay bastones,
cuerdas,
un vaso
la poética que ofrecen los colores se esfuma,
mientras con la otra mano sostengo un cigarro
pero el blanco y negro es silente,
no contiene la sinestesia oportuna,
no contiene más que unas monedas en un vaso,
no me contiene
y no entiendo esas ganas de llorar.
el merito es la lucha de la que hablan,
por levantarse,
insurrecto,
de lo que los demás esperan,
o limitan,
delimitan ese espacio del soñar.
ese día,
mi ojo era un esclavo,
cansado,
exhausto,
ese día,
forje de cedro mis ojos,
hay anillos que cambian con el clima,
a veces en mis ojos hay tornados,
otros,
la serenidad,
aparente
de un desierto.
podría estar hablando de cualquier cosa,
pero en ese instante
(previo)
de pulsar el dedo
y conectar mis tres únicas partes divisibles,
corazón
mente
visión,
estaba
y estaré
ante Otilio,
un violinista ciego.