lunes, 28 de septiembre de 2015

dos treinta





esa noche me llamaste ebria,
a las dos y media mentando madres,
diciendo lo que en juicio no decías,
pero más juiciosa y enjuiciante que otros días.

te hice el amor y desapareciste como siempre,
tan acostumbrados a los mismos desplantes,
las eternas despedidas,
de no poder verte libre,
de correr cautiva de tu potro instinto.

esa otra noche,
me dijiste un te amo,
me quedé mudo en pleno orgasmo,
guardé silencio,
dije que te quería,
me abofeteaste,
con justa razón y te fuiste,
hiciste el acto de desaparición,
por varios meses,
me mecí sobando mi cabeza
con un cigarro entre los dedos,
supe dibujar mis mapas en otras espaldas,
buscar constelaciones entre los lunares,
hallaste el cinturón de orión de mi espalda,
me veías dormir desnudo.

hace tiempo que no sueño,
que no escribo,
que no exploran mi cuerpo con la minucia,
arqueológica,
de buscar entre las ruinas las flores vivas.


que voy que ando y me derribo,
despareciendo de la gente,
caminando como animal herido,
que ando más solitario y distante,
que incluso ahora que no tengo una rutina,
los días corren igual que antes.


noviembre 2013

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