jueves, 20 de noviembre de 2014

la medalla centroaméricana...

Él se despidió de su patria,
así le llamaba,
con todo el hambre y desesperanza,
con la tierra y el lodo,
con la lluvia que mojaba su cama cada lluvia,
cada horno de lámina que calcinaba sus sueños.

Él, tan humano,
con tanta sangre pura en las venas,
en ésta tierra que te escupe y te cansa,
en el cuarto en el que solo avanza desesperanza.

quizá hubiera regresado, quizá no,
si de propia voz lo hubiera decidido,
pero los carroñeros rondaban la bestia,
en mi ciudad, hay competencias de sangre,
pintan las fachadas del hambre,
se chingan los cambios o los enteros,
maquillan a los muertos que montaron la bestia,
de todo el hollín que era el sacrificio a la esperanza,
el hambre que corroía, la intemperie de viajar en su lomo,
cansado, hundido, con la sola fuerza que quedaba en la mente,
pero no,
no hay más techo de lámina, ni calor, ni frío, ni esperanza,
solo lodo,

los chacales le amarraron las manos,
bien apretaditas por si quería volver a éste infierno,
de nada vale el llanto si los cuervos devoran otras aves,
él no corrió,
ni con suerte ni con pena,
él no corrió,
ahora es una tumba o mejor dicho un cuerpo en una fosa,
y me preguntan:
qué porqué no queremos éstos juegos de hipocresía,
que cada presea dorada tiene la sangre entintada,
qué porqué no queremos la tierra,
que nos vio nacer.

Él iba montado en la bestia,
mientras las bestias del narco mataban.

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