viernes, 17 de octubre de 2014

a la tibia huella de las nubes



Al más salvaje de los sabios sexos,
a la savia de los tiernos deltas,
a los desplantes más tímidos,
a las declaratorias de guerra más amorosas,
a las más respetuosas difuntas de un te amo,
a las más pragmáticas soñadoras,
a ésta involución de certezas contradictorias,
a los más irrespetuosos besos de cordial cordura,
a la locura y la cura en cada brazo bajo la tinta,
a los más desgarrados versos de felicidad,
a los bosques de niebla y las velas de luto,
a los ritos de mis mañanas despertar en solitario,
a dormir con miedo
all despertar agónico de media noche,
al vómito de bilis causados por el Valium,
a las cincuenta y cinco pastillas en mi vientre que no me mataron,
a esa pistola que no se atrevió a disparar,
a los golpes cada uno bien ganados fortuitamente,
a cada caricia a la que he sobrevivido,
a cada sueño en el que he muerto.
A la dulce soledad de la muerte viva,
a todo eso y lo que falte
y
lo que falta,
Solo se le puede agradecer.
Gracias al jaguar que dejó su huella entre las nubes,
para enseñarme a amar.

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